Todos sabemos que con el correr del tiempo las arrugas faciales van apareciendo cada vez más marcadas en el rostro humano. Antecedentes como el tabaquismo y exposición solar prolongada son algunos de los factores más agravantes de estos surcos y líneas molestas.
La toxina botulínica ha sido considerado el santo grial del tratamiento de arrugas y los resultados han demostrado ser extraordinarios. Despejando la mirada, suavizando las irregularidades e incluso mejorando el aspecto cutáneo se han convertido en el tratamiento estético más frecuente en la actualidad.
Con los años hemos descubierto que no solo podían borrar arrugas faciales sino que también previenen la aparición de nuevas. Disminuyendo el movimiento muscular a largo plazo la piel no sufre de constantes pliegues y contracciones, las cuales producen esas líneas marcadas incluso en reposo.
Nuevas tendencias de tratamientos aconsejan el uso sistemático de toxina botulínica no solo como mecanismo de tratamiento sino para prevención de nuevas arrugas desde edades tempranas, es decir antes de su aparición.
Las nuevas generaciones ya han comprendido este concepto y consultan más tempranamente para poder anticiparse a la aparición de estas arrugas y, sumado a tratamientos estéticos complementarios, el envejecimiento facial está cada vez más lejos en nuestras pacientes.